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Día de la mujer trabajadora. 8 de marzo de 2016.

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El 8 de marzo es un día como cualquier otro del calendario,  en el que concretamente se dan una serie de reivindicaciones porque existe la necesidad de visibilizar la figura de la mujer trabajadora, la lucha por la igualdad llevada a cabo por tantas y tantas mujeres.

En la sociedad en la que nos ha tocado vivir, aunque las mujeres ocupan una posición más favorable que hace años, siguen existiendo indicadores y señales que nos dejan entrever que, a hombres y mujeres no se les da la misma consideración social en diferentes ámbitos como el laboral, de derechos, de opciones…

¿De dónde vienen estas desigualdades? ¿Nos lo hemos llegado a plantear?

Si nos remontamos al pasado, concretamente al momento en el que los primates empezamos a andar sobre las dos piernas encontraremos algunas de las respuestas que buscamos.

Aunque no lo creas, de alguna manera la marcha bípeda y la situación actual tienen mucha relación. Quizá demasiada.

Que nos pusiéramos de pie, hizo que el canal del parto se estrechara, al igual que la pelvis. El periodo de crianza aumentó ya que las crías nacían menos maduras. Para poder dedicarles más tiempo a las mismas, surgieron los vínculos y el enamoramiento, para que los progenitores estuvieran por más tiempo juntos (al menos hasta que durara la crianza). También aparecieron las conductas cooperativas, se dividieron las funciones: el hombre se encargaba de cazar, protegía al grupo y a la descendencia mientras que la mujer destinaba su tiempo a criar, cuidar y educar a las crías.

¿Siempre se ha considerado más importante el papel de los hombres en la sociedad? Hubo un tiempo que no. En la etapa pre-agrícola, la mujer tenían un importante papel social. Ellas eran las encargadas de crear vida. Por este hecho, los hombres las respetaban, veneraba y admiraban, pues eran las responsables y contaban con el privilegio de transmitir la vida. ¿Por qué? Porque todavía no se conocía el nexo existente entre coito y embarazo). En este momento las jerarquías sociales no existían todavía, la división sexual del trabajo solamente suponía el reparto de las diferentes tareas.

El desarrollo de la agricultura (hace unos diez mil años), hizo que las parejas comenzaran a unirse de forma monógama y permanente como consecuencia del surgimiento del concepto de propiedad privada. Que pasaran de ser nómadas a sedentarios, la presencia de ganado, el cultivo de la tierra, la pertenencia de animales, tierras y casas, hicieron que las mujeres comenzaran a depender económicamente de los hombres, haciendo que comenzara a germinar el patriarcado, haciendo al padre centro de cualquier estructura familiar.

Y llegados a este punto… ¿Cómo pudo cambiar pudo cambiar tanto de estatus la mujer? Observar la relación entre las semillas y el fruto, la reproducción de los animales y sus ciclos, etc. trajo como consecuencia el descubrimiento de la función de los varones en la procreación, haciendo que la mujer se convirtiera en otra de las muchas propiedades de las que disponía el hombre.

Fue en ese momento en el que las mujeres dejamos de tener una existencia propia para pasar a ser “lo otro”, aquello diferente al sexo masculino. No existía un vocabulario propio, nuestro clítoris era algo así como un pene sin acabar, se nos hizo creer que nuestra sexualidad era defectuosa, no se nos permitía votar, se nos negaba el acceso a determinados trabajos… Estos eran solamente algunos de los derechos a los que se nos prohibió tener acceso.

Y a día de hoy, todavía existen hombres y mujeres que nos dicen eso de “pero si ahora estáis/estamos muy bien”… Hombres y mujeres somos diferentes, como no podía ser de otra manera. Quizás la clave está en tomar conciencia de esas diferencias e interpretarlas como un valor, y no como un arma arrojadiza. Que los derechos de unos no sirvan como los peldaños que hagan subir a la cima a costa de hacer descender nuestros derechos a estatus inferiores.

Creemos vida o no, tengamos un trabajo remunerado o no… todas somos auténticas mujeres, trabajadoras y merecemos ese reconocimiento.

 

Felicidades a todas las mujeres: hijas, madres, abuelas…

A las luchadoras que están por llegar y a las que ya no están…

A las que luchan cada día en sus batallas particulares y colectivas…

A todas ellas, ¡felicidades hoy y todos los días!