Casi siempre nos centramos en nosotras. En los estereotipos que desde bien pequeñas, nos van enraizando. Aquellos que pueden crecer proporcionalmente a medida que lo hacemos nosotras y cuya floración, puede venir acompañada de expectativas que muchas, jamás cumpliremos.
Pero, ¿y qué pasa con ellos? A ellos se les inculca la valentía, el ser habilidosos, a ser fuertes, seguros de sí mismos, resistentes. Tanto en su vida personal, profesional y, como no, erótica.
La vida está llena de primeras veces. Y como toda primera vez, suele ser necesario un proceso de aprendizaje. Uno de ellos, puede ser el modelado, es decir, observamos cómo otra persona (o modelo) realiza una acción, y nosotros intentamos repetirla.
¿Adivináis qué tipo de modelo se tiene en las primeras experiencias eróticas? La pornografía. ¿Y qué les enseña el porno a los hombres? Allá vamos.
“Siempre dispuestos”
Se nos ha vendido la historieta de que a vosotros siempre os apetece. Es cierto que culturalmente se os ha transmitido cierta libertad para poder ser más explícitos con vuestro deseo pero como todo ser humano, habrá momentos en los que el cansancio, las preocupaciones, el mal humor, el estrés o simplemente la inapetencia, harán que vuestro deseo esté aletargado. Haced memoria, ¿cuántas veces habéis accedido a un encuentro con otra persona sólo porque considerabais que era lo que se esperaba de vosotros en ese momento?
“El físico”
Cuerpos esculturales con penes enormes se encuentran en el top ten del porno más recurrido. No me voy a centrar en el cuerpo porque muchos, a golpe de gimnasio, consiguen definir sus músculos, pero sí que voy a detenerme en el pene… Pues resulta que hay personas con visión de negocio y grandes intereses comerciales dispuestas a venderos esos “aparatejossuccionadoresdepene” que os prometen algún centímetro más. ¿Sabéis a costa de qué? De unas cuantas roturas de fibras musculares del pene, que consecuentemente hacen que las erecciones sean menos fuertes.
“La duración”
No vamos a entrar en medias temporales de la población ni nada por el estilo, pero cualquiera que haya echado un vistazo a algún video porno… El tema de la duración… Ejem. Dejémoslo ahí. ¿Y qué se nos ocurre? Pues cosas muy sensatas como por ejemplo:
– Pensar en cosas desagradables. Esto está fetén.
– Usar preservativos retardantes. Condones en los que en su reverso hay una pequeña dosis de anestésico local para que el pene no tenga tanta sensibilidad y el momento de la eyaculación se atrase. Chapeau.
Herramientas muy lógicas cuando el objetivo prioritario debería ser disfrutar. Un momento… ¿o se nos está nublando la vista y estamos confundiendo calidad con cantidad?
“Las prácticas”
El repertorio que se os muestra en el porno normativo suele ser bastante limitadito:
– Bien: todas aquellas prácticas en las que intervenga el pene.
– Mal: todas aquellas prácticas eróticas en las que el pene no sea el principal protagonista.
– De culo (nunca mejor dicho): todas aquellas prácticas en las que la estimulación de vuestro ano pueda estar implicada. “Diossabequé” podría pasar si algo osara entrar por vuestro orificio. Dicen las malas lenguas que un cambio de orientación erótica sucede en 12 de cada 10 casos.
Hasta aquí, un pequeño ejemplo de muchas de las presiones y expectativas, sexuales y eróticas con las que muchos tenéis que cargar.
En unos años, o nos sacamos todos estos pajaritos de la cabeza o habrán hombres con largos penes, sin erecciones, adormecidos y sin la licencia de poder disfrutar de una erótica más allá de lo genital. Una vida erótica a un precio demasiado alto y poco satisfactoria, ¿no creéis?
Os animo a que leáis este artículo con el mismo humor desde el que se ha escrito. Pero sobre todo, os aliento a que, vosotros hombres, os relajéis, disfrutéis de lo que os plazca, esté porno-socialmente bien visto o no. Si os gusta cultivar vuestro físico, alargaros el pene, practicar penetración, usar preservativos retardantes… Genial. Y si no, pues también.
Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología.
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