Vibradores… ¿Cómo surgieron? ¿Siempre tuvieron una connotación erótica? ¿Se usaron desde el primer momento como un elemento lúdico?
Lejos de la realidad, detrás de los primeros vibradores de la historia había una prescripción médica y bajo la misma, obviamente, algo considerado como enfermedad. En este caso, la histeria.
Durante siglos, la histeria se entendía como la enfermedad del útero, y como consecuencia, algo que afectaba únicamente a las mujeres.
Son dignas de citar algunas de las causas que se decía, podían producir dicha patología: excesiva masturbación, poca satisfacción en el matrimonio, fluidos acumulados en la vagina, ausencia de gratificación sexual o incluso una frecuencia escasa de copulación.
En el trasfondo de todo ello, la histeria aparecía en aquellas mujeres privadas de relaciones sexuales, tales como chicas jóvenes, solteras, monjas, viudas o en aquellas que aun estando casadas, no alcanzaban el orgasmo con sus compañeros de lecho a través de la penetración únicamente. Con este panorama, era más fácil patologizarnos a nosotras que fastidiar la autoestima de ellos y su valía como amantes.
Como la lógica ya os irá vaticinando, el matrimonio y la cópula eran el remedio más efectivo. Si el tratamiento era inviable, médicos y matronas masajeaban la zona genital hasta conseguir un “paroxismo histérico”, consistente en contracciones rítmicas del útero, seguidas de movimientos espasmódicos del cuerpo, lo que conducía a la paciente en cuestión a un estado de relajación. ¿A qué nos recuerda?
Las consultas se llenaron de multitud de mujeres, convirtiéndose así una fuente de ingresos muy interesante para los profesionales de la medicina. En su afán de ahorrar tiempo y dinero (ya que los masajes genitales requerían una gran destreza manual), fueron muchos los que intentaron crear artilugios de lo más variopintos para conseguir amortizar el coste económico y temporal de los tratamientos.
Duchas, balnearios, sillas saltarinas, máquinas de masajes eléctricos fueron algunos de los primeros intentos, hasta que en 1880, Joseph Mortimer Granville, inventó el vibrador electromecánico. La venta de los mismos, estuvo camuflada tras la cortina de los supuestos tratamientos hasta 1960, año en el que comenzaron a comercializarse como juguetes eróticos, justo 8 años después de que la histeria se eliminara de la lista de trastornos mentales.
Y es que, aquello que se inventaron para hacernos sentir mal, no era más que un cuento. Un cuento que hoy en día sigue calando, ya que son muchas las mujeres que acuden a consulta pensando que son defectuosas por no alcanzar los orgasmos solamente a través de la penetración.
Si queréis más información podéis leer:
Maines, Rachel P. (2010). La tecnología del orgasmo. La histeria, los vibradores y la satisfacción de las mujeres. Barcelona: Milrazones.
También existe la película Hysteria, que nos acerca a la historia de los vibradores de una manera entretenida y con humor.