“Si me das/no me das un beso…” Esta frase aparentemente inocente transmite mucho más de lo que podemos imaginar.
¿Quién no se ha encontrado ante una situación en la que se “obliga” a niños y niñas a dar besos a conocidos, amigos, compromisos… o se les hace chantaje para que accedan a la petición promovida por los adultos?
Posiblemente, muchos de nosotros/as hemos estado ante estas situaciones que pueden servir de claros ejemplos:
“Si no me das un beso me enfado”
En esta ocasión, les estamos haciendo responsables de la tristeza o enfado de otra persona, lo que puede llevarles a sentir culpabilidad y a priorizar el supuesto bienestar de otra persona a costa de sus propios deseos. De hecho, si son muy pequeños, todavía no han aprendido a gestionar sus propias emociones, por lo que transmitirles que las emociones ajenas dependen de sus muestras de afecto puede desconcertarles y suponerles una responsabilidad inadecuada para su edad.
“Si me das un beso te regalo…”
Conseguir que lo hagan a cambio de obsequiarles con algo que les pueda resultar atractivo o deseable tampoco es buena opción. Les transmitimos que todo puede tener un precio, y que ese precio tiene más valor que sus propias apetencias.
Una de las cosas más geniales que tienen los peques es la naturalidad que les caracteriza y que, en muchas ocasiones, no son políticamente correctos, diciendo aquello que muchos adultos pensamos pero no nos atrevemos a decir por esa presión existente de ser diplomáticos. Esa “falta de socialización” (en comparación a la que nos impregna a los adultos), hace que nos puedan poner en más de una situación incómoda. Y es precisamente esa incomodidad que sentimos los adultos cuando un peque de nuestro alrededor se niega a dar un beso a otra persona la que nos lleva a emplear diversas técnicas para conseguir que terminen haciendo aquello que nosotros deseamos para “quedar bien” a ojos de la otra persona.
A veces no querrán dar los besos solicitados porque no la conocen y recuerdan que les decimos por activa y por pasiva que no se relacionen con desconocidos (ya estamos mandándoles mensajes contradictorios). Otras, porque la persona en cuestión huele mal, porque les dejan babas en la cara y, muchas de ellas, simplemente porque no les apetece.
Hemos de ser conscientes de la importancia de transmitirles a los más pequeños que su cuerpo les pertenece, que las muestras de afecto han de realizarlas con quien ellos/as quieran, que no tienen por qué dar besos, abrazos, caricias, etc. si no lo desean, ya que de esta forma, podemos prevenir que otras personas accedan a su cuerpo sin consentimiento y, tremendamente importante a lo largo de toda su vida, empezamos a enseñarles las habilidades necesarias para que comiencen a marcar sus límites corporales y personales.
Y ahora, haced memoria… ¿cuántas veces hemos dado besos, abrazos, etc. sin que nos apeteciera realmente? ¿Cuántas veces hemos hecho chantaje para conseguir besos de los más peques? ¿Cuántas veces hemos obligado a nuestro/a hijo/a a hacerlo?
Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología.
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