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Hombre/mujer “tragaperras”: la dependencia al amor intermitente

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¿Qué tienen que ver las máquinas tragaperras con la dependencia al amor? Comencemos con un poquito de historia de la psicología…

 

B. F. Skinner fue un psicólogo, filósofo social, inventor y autor estadounidense. Sus principales experimentos los centró en el área de la psicología conductual. Entre ellos, creó una caja en la que tras introducir ratas, estas accionaban una palanca para obtener comida. Tras varias repeticiones, el patrón de conducta estaba creado: las ratas manipulaban la palanca y aparecía una recompensa en forma de comida. Posteriormente, probaron a cambiar ese patrón. En esta ocasión, en vez de recibir comida siempre que maniobraban con la palanca, el premio se les entregaba de manera intermitente. Pensaron que las ratas acabarían buscando comida en otro lugar dada la inconsistencia de la recompensa pero ocurrió todo lo contrario: las ratas se obsesionaron intentando activar la palanca con más énfasis para conseguir la comida. A esta forma de recibir recompensas se le llama refuerzo intermitente y dejó patente que una inconsistencia en los premios, acompañada de incertidumbre, genera patrones de conducta adictivos.

 

Es así como funcionan las máquinas tragaperras. Se invierten cantidades ingentes de dinero para conseguir el anhelado premio. Cuando el azar decide golpear con su varita de la suerte, se activan los circuitos del placer y la recompensa en el cerebro. En ese momento, la persona se olvida de la inversión económica que ha hecho y solamente se centra en su premio. Quizás para conseguir 100 €, se han introducido previamente 500 €, por lo que el balance entre inversión y ganancias, siempre será en negativo, produciendo pérdidas económicas.

El amor intermitente funciona de la misma manera. Se invierten cantidades ingentes de cariño, cuidados, energía, paciencia, empatía… en una relación. Cuando la otra persona decide correspondernos, aunque sea mínimamente, se activan igualmente los circuitos del placer y la recompensa. En ese momento, la persona se olvida de la inversión emocional, psicológica y afectiva que ha hecho y solamente se centra en ese gesto con el que su pareja le ha deleitado. El balance aquí entre inversión y ganancias, como ya estaréis intuyendo, también es en negativo, pero en esta ocasión, las pérdidas serán, sobre todo, a nivel psicológico, emocional y afectivo.

 

En las relaciones de pareja de estas características, se tiende a la idealización de las mismas y de la otra persona, agrandando cualquier mínimo detalle que haya hacia nosotros, dándole un valor que posiblemente no sea tal y como lo pinta nuestro cerebro. Son relaciones que hacen desarrollar sentimientos de frustración por la incertidumbre de sus dinámicas de refuerzo, falta de control ya que las recompensas no dependen de nuestras conductas, agotamiento emocional, psicológico e incluso físico, influyendo de manera negativa en la propia autoestima, en el amor propio, en los valores personales, etc.

Como en el experimento de las ratas, es posible que en los inicios de una relación siempre haya “premio” como resultado de nuestros comportamientos, generándose así un patrón de conducta. Poco a poco, esos refuerzos se vuelven inconsistentes y, al igual que los pequeños roedores, en muchas ocasiones, en vez de abandonar esa relación llena de incertidumbre nos empeñamos en seguir haciendo toda una amalgama de estrategias conductuales para intentar dar con la combinación exacta que nos haga recibir nuestro ansiado premio.

Es frecuente, además, caer en espirales de relación (similares a las de la violencia de género) en las que recibimos lo que necesitamos por parte de la pareja, poco a poco se empieza a torcer, vamos acumulando tensión fruto de la incertidumbre y la inconsistencia hasta que explotamos. Es habitual que tras esa explosión le siga una fase de reconciliación, donde todo fluye, parece que hemos vuelto a los comienzos, nos sentimos vinculados con la otra persona… ¿Hasta cuándo? Hasta que la conducta de la pareja vuelva a tornarse intermitente de manera impredecible.

Resulta complicado reconocer que se tiene una adicción, sea a las máquinas tragaperras o a una relación de pareja. El primer paso es ser consciente de ella. Posteriormente, ponerse en contacto con profesionales para que nos acompañen en el camino del cambio y la deshabituación, es una buena manera de seguir dando pasos para poder salir de ese bucle de desgaste emocional.

 

Y tú, ¿insistes en darle a la palanca en la tragaperras del amor?

 

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Bárbara Sáenz Orduña. Sexóloga en Serise Sexología

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