Una afirmación tan tajante como frecuente. El deseo, una abstracción que tanto anhelamos y perseguimos y que, como si se tratara de una mariposa, aletea y escapa cada vez que intentamos capturarlo.
Son muchas las mujeres que nos hacen llegar esta demanda desde una situación de agobio y preocupación. “Con lo que yo he sido”, nos dicen algunas. “Últimamente es como si fuera una planta, ni siento ni padezco”, nos cuentan otras. “Y para colmo, cuando mi pareja y yo conseguimos sentarnos en el sofá estoy tan cansada que lo único que me apetece es dormir o simplemente poner el automático y ver un rato la televisión”.
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